Personajes

Alfonso Diez

alfonso@codigodiez.mx

Derrocar al presidente

* Los deseos del Peje

 

El valiente dura hasta que el cobarde quiere”. A muchos en los primeros años de escuela nos tocó lidiar con el abusador que se aprovechaba de que éramos más chicos para hacernos maldades, para golpearnos, para robarnos. Y a veces ni siquiera lo hacía porque fuéramos más pequeños, sino porque él vivía agrediendo a los demás, estaba acostumbrado a esa forma de vida y nosotros éramos pacíficos, más civilizados. Hasta que nos hartábamos y le poníamos un alto. Ahí se acababa el valentón.

Eso, desafortunadamente, es lo que está sucediendo en México. El problema comenzó desde el sexenio pasado. Vicente Fox y su primer secretario de Gobernación cometieron un error gravísimo, en su respuesta al problema de San Salvador Atenco y los pobladores armados con machetes que secuestraban funcionarios y venían a la Ciudad de México mostrando tales armas para intimidar al gobierno.

Fox y Creel terminaron cediendo en todo. Aceptaron no hacer la Terminal aeroportuaria en Atenco y liberaron a los detenidos de esa población sin hacerles cargos. Santiago Creel tenía miedo de que lo tildaran de represor, de que le colgaran la etiqueta de ser otro Díaz Ordaz y, lo que era peor para él, de perder la nominación del PAN para contender por la presidencia de la República, o perder la votación para presidente si lograba la nominación.

Pero sucedió precisamente lo contrario, Creel no ganó la nominación del PAN entre otras cosas porque su imagen era la de un hombre tibio, vacilante, incapaz de decidir con firmeza el futuro de México en el caso de que se diera una emergencia nacional. Fue el caso de Atenco y ahí perdió la nominación.

Pero con sus dudas y su personalidad de hombre facilito, manipulable, arrastró a Fox y a la nación y marcó el camino a la oposición y a la disidencia en general. De ahí en adelante cualquier puñado de inconformes, para lograr sus objetivos, lo único que tienen que hacer es bloquear calles, manifestarse multitudinariamente y/o hacer un plantón de días, semanas o meses hasta que el gobierno ceda y les conceda lo que piden.

Cuentan, desde luego, con la complicidad del gobierno del Distrito Federal, que permite la violencia en contra de sus policías, permite que le derrumben vallas por la fuerza y que atropellen los derechos de los demás cerrando vías al tráfico vehicular, pero no aplica la ley para permitir la convivencia pacífica y civilizada porque eso le puede costar votos en las próximas elecciones. Y muchos de esos votos son precisamente de esos a los que permite atropellar a los demás.

Andrés Manuel López Obrador lo sabe, lo impulsa y lo aprovecha. Quebrantó la ley al construir un camino en Santa Fe que un juez le había prohibido hacer. El juez pidió al Poder Legislativo que lo desaforara y al Ejecutivo que lo aprehendiera. El Legislativo lo desaforó, pero el Ejecutivo otra vez tuvo miedo de actuar conforme a la ley y nunca procedió contra el delincuente.

De haber procedido, AMLO ni siquiera hubiera podido ser candidato a la presidencia, porque tendría el antecedente de haber pisado la cárcel. Algo parecido sucedió cuando Andrés Manuel quiso ser candidato por el PRD para ser jefe de Gobierno del DF. No era residente de la Ciudad de México. Su credencial de elector lo delataba, lo ubicaba residiendo en Tabasco.

Lo denunciaron sus propios compañeros, Pablo Gómez entre ellos, pero la autoridad lo dejó competir a pesar de que era contra la ley. Santiago Creel se vanagloriaría absurdamente de haberlo permitido a su vez: “yo pude haber procedido jurídicamente para que no fuera candidato, porque estaba impedido por ley, pero no lo hice, lo dejé seguir”. Y así le fue a Creel, perdió la jefatura de Gobierno del DF. Pobre Creel, de los errores propios, de las tonterías que se cometen, no se debe uno vanagloriar.

El primer gran apoyo popular a Andrés Manuel fue cuando lo desaforaron. Hubo mucha gente que no tenía la menor idea de cuáles eran los cargos contra el sujeto a proceso, pero se lanzó a las calles a pedir firmas para solicitar que no fuera desaforado primero y aprehendido después.

El gobierno del DF no se midió, imprimió en sus talleres millones de cuadernillos a colores en forma de cuentos para hacerle creer a la gente que López Obrador era inocente y que se cometía una injusticia con él, luego se valieron de empleados del mismo gobierno, reclutados en las llamadas oficinas de Participación Ciudadana, para repartirlos.

Transgredieron la ley una y otra vez sin que nadie se los impidiera. Luego, durante la campaña por la presidencia, inventaron cuanta ruindad pudieron contra el candidato del PAN y su familia, insultaron al presidente Fox con el famoso “cállate Chachalaca y otros adjetivos” y obtuvieron el apoyo explícito y en especie del jefe de Gobierno sustituto, Alejandro Encinas, en su intento por ganar votos para el candidato del PRD.

Prometieron respetar el resultado de las elecciones que el IFE determinara tras el conteo de votos, pero cuando se supieron derrotados proclamaron el fraude acusando al adversario precisamente de lo mismo que ellos habían hecho.

Para presionar a las autoridades correspondientes, acamparon en la principal avenida de la Ciudad de México, Paseo de la Reforma, y ocuparon el Zócalo durante meses, sin importarles el enorme perjuicio que causaban a la población.

Cuando fue confirmado oficialmente el triunfo de Felipe Calderón, Andrés Manuel López Obrador comenzó a llamarlo “El pelele” y siguió y sigue aplicándole diversos insultos ya investido como Presidente de México. Mandó “al diablo las instituciones” y de ahí, hasta la fecha, aprovecha cuanta coyuntura se presenta para invadir el Zócalo de la ciudad con grandes contingentes de miles de personas sin importarle la caída en las ventas de los negocios de la zona y los desmanes que siempre se cometen, con la complicidad evidente del gobierno de la ciudad.

Ahora, sucedió lo único que faltaba, secuestró al Congreso.

Cuando muchos nos preguntamos si AMLO es simplemente subnormal o está además muy enfermo mentalmente para proceder como lo hace, surge la respuesta del propio PRD: A pregunta ingenua expresa del reportero: “¿Ustedes lo que quieren es derrotar al gobierno de Calderón?”, vino la respuesta cínica de Dolores Padierna: “No, a ese ya lo derrotamos, lo que queremos es Derrocarlo, no derrotarlo”.

Cuando la conducta de senadores y diputados se antojaba, por decir lo menos, de servil, la respuesta de Padierna lo explica todo; pero hay más.

Carlos Navarrete se mostró sorprendido de que sus compañeros del PRD tomaran la tribuna de la Cámara de Diputados sin haberlo ya no digamos consultado, ni siquiera enterado, a pesar de ser el coordinador de los senadores del PRD en el Congreso.

Pero al otro día, tras reunirse con López Obrador, cambió totalmente su actitud, transformándola en apoyo total a la medida. Lo que sucedió en esa reunión ya salió por partes a la luz. “Necesito tiempo, apóyenme manteniendo la toma de la tribuna”, les dijo Andrés Manuel a sus compañeros del PRD  y de los otros partidos que forman el FAP.

Pero además, a los más cercanos, una veintena, les puntualizó la estrategia: Seguir con el Congreso tomado e ir aumentando las acciones multitudinarias; tomar calles y cercar el mismo Congreso, por lo pronto; tomar carreteras, sitiar aeropuertos y hacerse del control de centros vitales para el gobierno federal. Volver a invadir Paseo de la Reforma, el Zócalo… la Ciudad de México y otras ciudades… hasta lograr el derrocamiento de Felipe Calderón.

Esta estrategia no debe sorprender a nadie, ya la ha proclamado el tabasqueño por partes. No es ningún secreto.

Como el valiente de la escuela, López Obrador ya le tomó la medida al presidente. Es el que determina la agenda política nacional.

Éste es un aviso a tiempo: si dejan crecer el movimiento, lo van a tener que parar a sangre y fuego, si pueden.

El ex candidato a la presidencia por el PRD cuenta con que el ejército no será capaz de intervenir, lo ha manifestado explícitamente, pero, por ahora, bastaría con aplicar estrictamente la ley, pésele a quien le pese y se pierda la candidatura que se pierda.

¿Será capaz, Felipe Calderón, de actuar conforme a derecho para acabar con el valiente?

Nadie plantea la represión, simplemente que no tengan miedo de aplicar la ley.

Andrés Manuel tiene a las masas de su parte, pero ¿qué masas?: obtuvo alrededor de 14 millones de votos, pero México tiene 120 millones de habitantes; obtuvo, en consecuencia, votos de un poco más del 11% de los mexicanos. Pero las encuestas anteriores a la toma del Congreso señalaban que ya sólo lo apoyaba la quinta parte de los que lo hicieron en las elecciones, es decir, menos de tres millones.

Y después del secuestro del Congreso, seguramente lo apoyan menos, se va debilitando poco a poco, con su propias acciones, o las de su partido, el PRD, que tras las elecciones más llenas de lodo y malas mañas en la historia de México, ha perdido toda credibilidad. ¿Que lo apoyan las masas? las masas siempre se equivocan, decía Ortega y Gasset.

Pero sólo cuenta con miles, no con millones, para seguir maniobrando con acciones violentas. Una cosa es el apoyo en las urnas y otra el apoyo a la guerrilla urbana. Esto significa que en caso de un enfrentamiento entre el FAP y el gobierno, con las armas de la ley en la mano, el pueblo apoyaría al gobierno federal.

Decía Lincoln que “se puede engañar a una persona muchas veces, se puede engañar a muchas personas una vez, pero nadie puede engañar a todos todas las veces”.

Así que, Felipe, Juan Camilo, el turno es de ustedes. ¿Qué van a hacer? Esperamos que no se queden con los brazos cruzados.

El futuro de nuestra nación está en sus manos ¿O en las de López Obrador?

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